La belleza y las elecciones

Según las extrapolaciones que publica la prensa en relación con las elecciones municipales y las generales, parece ser que si los votantes votaran igual en unas generales el Partido Popular ganarí­a las elecciones con 148 escaños y el PSOE obtendrí­a 147 escaños. Con estos resultados los analistas polí­ticos dicen que los dos principales partidos deben buscar el voto oscilante del centro. Ahí­ están las claves, en que es oscilante y en que es de centro. Si fuera autenticamente «oscilante» en el sentido etimológico de la palabra, tendrí­a un «periodo» y una frecuencia, y por tanto serí­a predecible como es predecible la posición fí­sica de un péndulo.

Los polí­ticos en priodos electorales tratan de sacar leyes o patrones de conducta de los votantes para dirigirles sus mensajes y tratar de conseguir el voto. Tratan de sacar las «leyes» por las que se rige el movimiento oscilante del «péndulo» del Gobierno y no lo consiguen.

Antiguamente, cuando no existí­a una clase media amplia y las diferencias sociales eran mayores, tení­a un cierto sentido moral que el voto fuera emitido en base a los principios ideológicos que los partidos polí­ticos decí­an defender. Era importante la ideologí­a….Al decir antiguamente me refiero a las epocas de las que dicen los socialistas que tenemos «memoria histórica» pese a que la memoria es una cualidad de los individuos, no de los colectivos…

Hoy en dí­a, con una amplia clase media en nuestra sociedad, que es pujante – por eso recibimos a tantos emigrantes- , el voto debe emitirse en base a los impulsos que cada uno siente cuando contempla a los politicos. De igual modo que cuando uno ve un cuadro u obra de un artista recibe una sensación en relación con la belleza: puede sentirse atraido, puede producirle repulsa o indiferencia, así­ debe producirse el voto. En el centro polí­tico no se racionaliza porque se vota una u otra opción. En el centro polí­tico se puede alternar el voto y cambiar el sentido de unas elecciones. Y el voto, el ciudadano de clase media, lo cambia en base al primer impulso que le produce cada polí­tico y la «imagen» que tiene de él

Ese «centro» lo constituyen un millón y medio de ciudadanos que son unos estetas y que son los que cambian gobiernos. Esa es la «belleza» de la democracia. El resto de españoles no importa: son abonados fijos a uno u otro partido.

En las próximas elecciones, sea Vd. un esteta. Vote al primer impulso según sus intereses. Olví­dese de lo que interesa a la colectividad. En el fondo al actuar así­ será un liberal que reconocerá que el interés general aparece como suma de interesés individuales y apreciará la belleza de las elecciones.